Revista mi Barrio

Periódico barrial de Villa Real y Versalles, barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Viaje en Colectivo

mayo 29, 2009

Quienes hemos sido tocados por la varita mágica de la Diosa Fortuna, y podemos trasladarnos en un Vehículo, no conocemos las desventuras que deben soportar aquellos humanos, que pasan a la categoría de subhumanos, cuando deben usar algún colectivo, tren o algún otro elemento de tortura similar.
Días atrás debí dejar a mi amado auto, en su médico de cabecera, para que le hiciera un “Lifting” mecánico y por eso tuve que ir al Centro en colectivo.
Viaja temprano, es una complicación, pero si además no conocés algunas internas es mucho más complicado. Al subir intenté saludar al chofer y pedirle mi boleto, pero al inclinarme para hacerlo, recibí un empujón que terminé cara a cara con el conductor, que casi casi terminamos cantando “Azúcar, Pimienta y Sal”. Rápidamente verifiqué que el señor no daba, cortaba, o cobraba boletos y al girar mi vista hacia la izquierda, me encontré con una máquina de aspecto siniestro, que era la encargada de suministrármelo.
Empecé a buscar dónde ubicar las monedas, pero me parece que demoré, porque una anciana me arrancó las monedas, me dio vuelto, el boleto y con un empujón me mandó al medio del colectivo.
Las personas que habitualmente se manejan con éste medio de transporte, tienen como una especie de equilibrio que les permite estar de pié en medio de un Terremoto. No es mi caso, y por eso fui “Zangoloteándome” durante todo el viaje y propinando golpes, pisotones y codazos a diestra y siniestra y principalmente a la anciana que tan “amablemente” me ayudó cuando subí.
Cuando estaba llegando, empecé a agacharme para ver la altura en que em tenía que bajar, con tan mala suerte, que precisamente a mis espaldas se encontraba la señora que presumía estar a salvo de mis movimientos. A la tercera vez que con mis asentaderas, la tiré sobre los asientos, la mujer cortésmente me preguntó: “Oiga ¿Dónde se baja?”. Al descender, sentí que terminaba con una situación por demás torturante, pero creo que el alivio, fue mayor para el pasaje y especialmente para la señora.

Horacio Clementoni

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