Ricardo, un colectivero ejemplar
El último jueves del invierno a las cuatro de la tarde subí al colectivo 134 en la Estación Villa del Parque. Conmigo lo hicieron otras seis o siete personas. Me senté con una señora mayor en el primer asiento. A medida que los pasajeros subían el chofer tenía sobre cada uno o su acción al pagar algún comentario. Llamaba la atención su encantadora hilaridad. ¿Hola? ¡Buenas tardes! ¿Cómo está?, entre otras frases agradables. Así fue todo el recorrido. No bajó su optimismo y su buena onda en ningún momento. Tenia la palabra justa para hacer brotar una sonrisa. Sin dudas la simpatía es contagiosa. Con mi compañera de asiento nos reímos reiteradas veces por las graciosas ocurrencias que nunca ofendían a nadie. Me bajé en Directorio y Puan. Lo felicité, le agradecí y le pregunté su nombre. Soy Ricardo, el único chofer que se casó diez veces me dijo sonriendo por su chanza y mostrándome los anillos que lucía en todos sus dedos. Nunca abandonó el gesto amable. Por supuesto que arrimaba a los cordones con toda consideración y respondía a todas las preguntas sobre las calles. Muchas veces oímos quejas de los colectiveros, tal vez son fundadas, no lo sé. Por eso quiero destacar que Ricardo merece ser premiado por convertir un viaje en colectivo en un rato muy agradable. Si por casualidad, esta carta se publica y la lee algún directivo de la línea, tal vez sirva, para recompensar de alguna forma, a este joven y excelente servidor público.
Rosa de la Fuente
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