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Revista mi Barrio

Periódico barrial de Villa Real y Versalles, barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

LA PROPINA COMO LIMOSNA

agosto 3, 2018

Norberto Alayón

Trabajador Social. Profesor Consulto de la UBA

 

Lilita Carrió suele actuar y comportarse públicamente como una persona extraviada, alterada mentalmente, pero no es zonza.

 

¿Por qué habrá propuesto que la gente “dé propinas”, “deje propinas”?  ¿Creerá, en serio, que es un modo eficaz de combatir la pobreza existente? ¿Lo hará, perversamente, para distraer la atención sobre los graves problemas por los que atraviesa el país? ¿O estará percibiendo con lucidez (puesta al “servicio del mal”) el predominante pensamiento conservador, discriminatorio e inequitativo que existe en la sociedad?

 

La propina constituye una contribución voluntaria, por fuera de la existencia de un derecho o de una norma establecida como obligatoria. Le dejamos propina, como una suerte de remedo de limosna, a quien “no es como uno”, a aquel que posee “menos que uno”, o bien a aquel que “es, o creemos que es, menos que uno”.

 

Puede ser que “dejar propina” nos genere una sensación viscosa de autogratificación por ayudar al “otro” o de alivio por no padecer la necesidad de “ese otro”. Hasta el verbo “dejar” aparece casi como despectivo, en la acción de traspasar una partecita muy mínima de lo que nos sobra.

 

La propina, la limosna, como acciones voluntarias y optativas -en similitud con ciertas concepciones de la caridad, la beneficencia, la filantropía- se contraponen a la noción de derechos, en la necesaria construcción de una sociedad más igualitaria.

 

Toda persona o grupo que recibe algo (por la vía del favor), siempre queda en deuda con el que se lo da. En ese caso, el que recibe debe a quien da. Por el contrario, los derechos implican el reconocimiento de ciudadanía plena para toda la población, fortaleciendo la autonomía y neutralizando la discriminación y la diferenciación social.

 

Comprender esta ecuación, nos debe impulsar a revalorizar la concepción de derechos, que es la que construye democracia en serio. Y nos podrá ayudar a alejarnos de la desgraciada descripción que contiene aquel proverbio africano, que afirma que “la mano que recibe está siempre debajo de la mano que da”.

 

Creemos necesario preguntarnos ¿cuánto admite y soporta de igualdad o bien cuánto prefiere de desigualdad, la sociedad en que vivimos?

 

Tal vez Carrió, con perspicacia y no con insanía, haya percibido que mucha gente se pueda sentir contenida con su propuesta y prefiera “dejar” algo de propina o de limosna, en vez de bregar por una sociedad con derechos y bienestar para el conjunto de la población.

 

 

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