Revista mi Barrio

Periódico barrial de Villa Real y Versalles, barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Cochicó según Yancamil

agosto 19, 2021

* Versión de Manuel Lorenzo Jarrín

 

«La Batalla de Cochicó se produjo el 19 de Agosto de 1882, en cercanías de Puelén. Allí se habían recluido los restos de las tribus indígenas dueñas de estas tierras, capitaneadas por Yancamil. Tras la batalla, la historia oficial terminó elevando a la categoría de “héroes” a los soldados, que habían partido desde Victorica.

 

Eran treinta soldados armados con fusiles Remington, y los indios eran por lo menos 300, según la versión oficial. Pero, diría años después Yancamil, los lanceros sólo sumaban 30, munidos de boleadoras y lanzas, que les hicieron frente a los fusiles de los militares. Fue el último combate en la región entre ranqueles y blancos, con pérdidas en ambos bandos.» (1)

 

Lo étnico esté ocupando el centro de la teoría social, porque parece haberse formalizado la conciencia antropológica sobre sus dimensiones. En la argentina, es un camino para reconsiderar mitos y atavismos. En La Pampa, es un llamado para reconsiderar la historia de nuestro poblamiento mapuche, premapuche y moderno, y ver cuánto de la argentina que vino después, estaba allí. En el proyecto de ordenamiento soberano del estado pergeñado por la generación del 80, que fue dibujando un país nuevo y clausurando definitivamente el virreynato.

 

Los indios que quedaron para contarlo, transitaron hacia la dudosa y abstracta categoría de «ciudadanos», del nuevo orden.

 

En la nueva estructura social de aparencias monoétnicas que les era ajena y excluyente. perdieron rápidamente voz y presencia. Y corporizaron —por así decirlo— el remanente de un pueblo cuya historia se disuelve asolada por el arbitrio de un poder lejano que afectó y distorsionó el imaginario histórico.

 

Claro que en el entonces Territorio Nacional de La Pampa Central surgieron voces que indemnizaron tempranamente con papel y tinta la causa indígena, movidos sólo por la responsabilidad social como una obligación moral.

 

Entre aquellas primeras y valientes denuncias recordamos las del maestro Romero Chávez, en Victorica; los eruditos trabajos del sabio croata Juan Benigar entre los Catrieleros de las costas del Colorado; al autodidacta Eliseo Tello y al periodista Manuel Lorenzo Jarrín, entre otros.

 

Todos estos, inquietos personajes territorianos que habilitaron, si bien no una historia secuencial, al menos un «enroque» entre el revisionismo histórico y el conocimiento antropológico.

 

Algunos impensados textos de los nombrados, dispersos en viejas publicaciones y periódicos —hoy sólo hallables en repositorios y archivos—, dieron voz a los sin voz y deslizan la posibilidad actual de rever al pasado de otra manera. Desde la perspectiva de variados fragmentos de una «voluntad de decir» recogida de boca de viejos indios contemporáneos o actores de algunos hechos de la guerra del desierto. En La Pampa —entre nosotros— paradójicamente el hecho que con mayor fuerza se recuerda es el de la Batalla de Cochicó. Cuando en realidad es posible que fuera poco más que una escaramuza a destiempo, habida cuenta que el frente de lucha ya se había desplazado a la Patagonia tres años antes.

 

Ahora bien, resulta curioso y digno de análisis un corto relato aparecido en el periódico santarroseño «La Capital» en el año 1939 bajo el título  «Recuerdos de Antaño» porque en él se consigna una versión del hecho de Cochicó totalmente distinta a la sostenida durante décadas por la historia oficial. Manuel Lorenzo Jarrin, su autor, se había compenetrado de la realidad social lugareña y regional desde sus años de maestro en VictoricaCol. Emilio Mitre. De férreas convicciones socialistas, incursionó desde 1921 en el periodismo con su semanario cultural «La linterna».

Su rica y variada producción literaria fue reconocida por sus contemporáneos y en parte aún hoy continúa vigente.

 

El texto citado —cuya transcripción consignamos a continuación—, parece auténtico en cuanto a su veracidad. Pues es altamente improbable que para ese año de 1882 pudieran vagar faltos de elementos y ya racialmente vencidos y diezmados desde tres años antes, un grupo numérico de 300 indios de lanza consignados en los partes militares.

 

Obviamente las palabras de Yancamil resultan modificadas por la pluma de Lorenzo Jarrín para facilitar su comprensión, que ha de haber tomado notas más o menos extensas y luego desarrollado sin alterar el hilo y tono del relato que introduce novedades absolutas.

 

La información de aquella «entrevista oral» —método muy usado hoy en la ciencia histórica es ciertamente un cachetazo a mitos consagrados y sacramentados; tibia de contenidos reminiscentes; ágil, espumosa y con un cierto regustillo a poco que debería ser nervio motriz de una profunda investigación en esta línea.

 

«El 9 de Febrero de 1914 , cuando acompañado por el Cacique Ranquelino Santos Morales, llegó a mi casa (Escuela Nº 58 de Col. Emilio Mitre) el Sr. Gregorio Yancamil, viejo indígena que en aquel entonces tenía 77 años; y que era padre de 8 hijos.

 

De apostura corpulenta y fuerte. Bien formado, y de tez cobriza. Su fisonomía impone respeto con su espesa y larga blanca barba como la nieve, sus ojos grandes y sus cabellos brillantes de plata, lo que unido a su manera de hablar lenta y afable, le dan todo el aspecto de un anciano venerable que es acreedor al respeto y consideración. Viste con sencillez y decencia. Al hablar del pasado dice: «Cuántos errores, Señor, hace cometer la ignorancia».

 

Le rogué me narrase el hecho de Cochicó y para animarlo, le leí un artículo aparecido en un periódico; cuando lo hube terminado, Yancamil sonreía y me dijo:

 

«Cómo se miente, Sr., cuánto se miente..! Luego — prosiguió diciendo: «Voy a referirle, asegurándole que esto es la verdad e lo ocurrido en ese encuentro en que el indio reducido y el indio libre hemos luchado con desesperación, unos porque ya eran soldados, y nosotros porque éramos indios. Todos defendiendo la vida y eso que la civilización llama honor y nosotros llamábamos inché nen mapu (derecho a la tierra). Aquel día el cielo encapotado amenazaba descargar un fuerte aguacero y sí fuera ahora que nuestros cuerpos con la civilización se han hecho más delicados, tendríamos frío; pero en aquellas épocas acostumbrados a todos los rigores del tiempo, no hacia impresión en nosotros.

 

Hacía varios días que yo y Paineo y ocho compañeros más habíamos venido del lado del poniente, disparando a las tropas que había en Mendoza. Al entrar a La Pampa, se nos unieron 7 soldados de-se flores, componiéndose ese día un grupo de 17 hombres armados de lanza, boleadora y cuchillos; mal montados a causa de lo largo de la travesía que casi reventó nuestros caballos. A poca distancia de Cochícó le dimos vista a un grupo de soldados, que creo que eran más de veinte hombres. Casi todos indígenas reducidos al servicio del ejército. La sorpresa del encuentro nos obligó al ataque, así como a los soldados los obligó a la defensa. Los soldados iban cediendo el campo recostándose hacia el Cerro Cochicó; estaban armados de carabinas, cuchillo y boleadoras: Los mandaban los Tenientes indígenas Mora y Simón. Al llegar al cerro la amenaza de lluvia se cumplió y llovía mucho. Serían las dos de la tarde…Paineo precipitó la lucha a destiempo e hizo en los primeros momentos indecisa la victoria. Tres horas largas duró el combate. El cansancio de aquella lucha cuerpo a cuerpo empezaba a notarse. Había cuatro o cinco muertos de cada parte, los insultos se cruzaban, heridas teníamos todos. A la voz de Paineo ‘metü metó Kmú yú» (terminemos de una vez) redoblamos la fuerza del ataque; fueron momentos terribles… Luego la noche se echó encima y eso favoreció el desenlace. Creo que 16 soldados aprovecharon la oscuridad y contando con que no podíamos perseguirlos por los pocos que quedábamos y no tener caballos de refresco para eso, se retiraron hacia el naciente quedando nosotros dueños del campo… La patrulla en retirada se encontró nuevamente con el grueso de fuerzas que mandaba Santerbó en Puente de tierra…(2)

(1) – Diario «La Arena» Domingo 21 de Agosto de 2005 – Secc.Interior – Pag 25.

(2)Autor: José Carlos Depetris * Escritor y genealogista Diario «La Arena » – Suplemento Caldenia – Domingo 03/06/02

 

 

 

 

 

 

 

 

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